martes, 2 de julio de 2013

Mi vida Cap. III - Accidente laboral

Tenía diecisiete años recién cumplidos, cuando una calujrosa madrugada del mes de Julio de 1964,  bien pasada la media noche, en la máquina de la mencionada fábrica donde trabajaba, pasando la sábana de papel por dos grandes rodillos de presión, estos me atrapan la mano izquierda, y recuerdo como si lo estuviera viviendo en este instante, que sentí un espantoso dolor en la mano y que no podía sacarla de allí por más que me esforzaba en liberarla, viendo  horrorizado como me iba engullendo hasta la muñeca. 

Rápidamente el oficial maquinista  apretó un botón y aquellos endiablados rodillos de caucho se separaron. El impacto que me causó verme la palma de la mano destrozada fue desolador. Ante tal amasijo de carne triturada que sangraba profusamente, el maquinista optó por aplicarme un torniquete envolviéndola con el mismo papel desechado que había en el suelo. Medio desvanecido y entre sollozos, iba repitiendo constantemente "¡Dios mío, Dios mío, mi mano, mi mano..." mientras me llevaban ante el señor Carulla - dueño de la empresa y farmacéutico de profesión que ejerció hasta pocos años después de finalizada la Guerra Civil Española - que vivía en una gran casa junto a la factoría. Al comprobar la gravedad de la herida y el dolor insoportable que sufría, decidió ponerme una inyección. Digo yo que aquello debía ser morfina, o algo parecido ... El caso es que el dolor fue desvaneciéndose paulatinamente. A continuación sacó su Mercedes del garaje para conducirme a la policlínica de Molins de Rei donde reusaron asistirme por falta de medios quirúrgicos. Así que con el mismo automóvil me desplazaron a toda velocidad a una mutua que recuerdo estaba ubicada en la Gran Vía de les Corts Catalanes, en la ciudad de Barcelona y frente al hotel Rizt. Allí fuí operado por el Dr. Iranzo, magnífico cirujano con gran experiencia adquirida en los hospitales de campaña durante la Guerra Civil. Mientras me efectuaba la primera cura, al verme yo la mano, -que más que mano, era un sapo de color azul oscuro - le pregunté con preocupación: "¿Doctor, perderé la mano?" . A lo que contestó con una tierna y sonriente mirada: "No hijo, no... ¡no la perderás! Pero de ti dependerá que esos dedos tengan la movilidad de antes, pues ha habido un desgarro celular muy serio con rotura de nervios y tendones, y eso requerirá mucha rehabilitación y voluntad por tu parte".

Así que los seis meses de baja laboral que siguieron, los aproveché también para reanudar mis estudios de dibujo y pintura artística, pudiendo disponer entonces del tiempo necesario para acudir a ellos con mayor asiduidad que la que tenía antes del accidente. La academia donde realizaba mis estudios estaba situada en el Carrer Major de Molins de Rei y la regentaba la pintora natural de dicho municipio, la señora Carmen Sala Rodon, sobrina del ilustre pintor impresionista Miquel Carbonell i Selva. 



Una marina pintada por Carmen Sala Rodon, inspirada en el paisaje de la playa de St. Carles de la Ràpita. Este cuadro está hoy adornando junto con obras de otros artistas las paredes de mi casa, pues fue un regalo de mi esposa por mi cumpleaños. Le dijo a Carmen lo mucho que quería tener un cuadro de ella y ella le mostró unos cuantos, entre ellos esta marina.  Finalmente, mi esposa sólo pagó el marco pues Carmen quiso que este fuese también su regalo. 

Naturalmente, durante todo ese tiempo tuve que ir alternando las clases con las sesiones de rehabilitación en un gimnasio. Los fines de semana fueron sin duda los mejores momentos, cuando salíamos de excursión con la maestra de pintura a captar paisajes en el entorno del Riu Llobregat, rodeado de viñas y campos frutales.