miércoles, 3 de julio de 2013

Mi vida Cap. IV - Arte y el Deporte

Como iba relatando en el capítulo anterior, las Artes Plásticas fueron algo esencial en mis años de juventud, sobre todo el dibujo y la pintura. 



Este es uno de mis cuadros fotografiado. Pronto iré subiendo más material en esta misma entrada.

Además de esto, mostré desde muy temprana edad un espíritu altamente deportista que me llevó a interesarme por esta época en el levantamiento de peso. Tomo contacto por vez primera con varios atletas federados en esta disciplina deportiva en el gimnasio donde me encuentro realizando los ejercicios de rehabilitación tras el accidente sufrido en mi mano. Buena parte de estos deportistas pertenecen al Club de Halterofilia de Molins de Rei, así que no tardo mucho en enrolarme en su grupo convirtiéndome en el nuevo miembro federado. Después de dos años de rehabilitación y con el entrenamiento adecuado, recuperada ya la movilidad de mis dedos, comienzo a presentarme en campeonatos tanto locales como provinciales, obteniendo en todos ellos muy buenas cualificaciones. Mi mejor marca la alcanzo en los Campeonatos de Cataluña y Baleares, celebrados en el gimnasio "Els Lluïsos de Mataró". Contaba entonces con 20 años de edad. Fue pocos meses antes de ingresar en el ejército - 9 de Julio de 1969 - quedando por equipos, el 2º en la categoría de pesos ligeros.

                    Mira ese "chulito de piscina" levantando a su colega ... Como el que levanta una mosca.

Ya realizando el servicio militar en Infantería de Marina en la ciudad de Cartagena, solicito autorización para seguir entrenando en el gimnasio del cuartel, petición aceptada por mis superiores dada la credencial de "federado" presentada a requerimiento de estos, que me permitió gozar de ciertos privilegios en mi condición de soldado. Debo señalar como cosa curiosa, que por no tener, no tenía aquel gimnasio ni barra olímpica ni pesas reglamentarias; lo que había allí era un trozo de hierro cilíndrico oxidado, a modo de "barra" y cuatro o cinco discos  - engranajes - pertenecientes a algún  tanque o cañón antiaéreo desguazado. Aún así, llegó la ocasión de destacar mis cualidades. Fue durante una jornada de puertas abiertas - Día de la Virgen del Carmen, patrona del mar en aquellas tierras - cuando familiares, amigos y otros allegados de los soldados acudían a verlos desfilar a la vez que a disfrutar de varios espectáculos y actividades programadas, entre ellas acrobacias y juegos gimnásticos, tuvo lugar una exhibición en la que un servidor debía demostrar ante más de mil quinientos asistentes, mi buena preparación y forma física.



 Un momento de la exhibición deportiva en el cuartel militar . Lamento la baja calidad de la imagen.

Y así lo hice. Ni corto ni perezoso, hice alarde de mi fuerza y destreza, levantando aquel amasijo de hierros frente a la tribuna del almirante y demás mandos. Mi nerviosismo era palpable y apenas podía controlar el tembleque de mis piernas - como hubiera dicho un catalán "les cames em feien figa" -. Pero ahí estaba el joven José Luís, en posición, concentrado y despegando del suelo aquellos noventa kilos de peso. Cuando los tuve a la altura del pecho, listo para dar el giro drástico de muñeca, me fallaron las fuerzas y erré en el intento. Había que verle la cara a los de la tribuna. Claro que yo no osaba dirigir mi mirada hacia allí, y menos aún oyendo un sonoro "ooohhh" - no de admiración sino más bien como decepción - procedente de la multitud concentrada en las gradas donde según supe después hubo alguno que incluso comentó, no sin parte de razón "Hombre, claro, es comprensible. Con lo bien alimentado que debe estar el pobre ... Como para levantar pesos. ¡Tiene guasa!". Pero lejos de amilanarme, procedí a un nuevo intento mientras pensaba "Dios mío, que esta vez no falle. Porque de ser así ... Qué vergüenza y qué ridículo voy a sentirme". Así que saqué fuerzas no sé de dónde y acabé levantando toda aquella "chatarra". La ovación fue entonces mayúscula y la expresión facial del almirante y su séquito de acompañantes cambió de repente.

Quién me manda meterme en semejante "embolao" ...

Ahora sí, ¡lo conseguí!   

 Sin duda ese día fui la estrella del cuartel. Una vez en el banquete, todo eran halagos y felicitaciones. El deporte - como se verá en siguientes capítulos - formó parte de mi vida durante muchos años y me proporcionó sin duda numerosas y memorables gratificaciones.

Listo para servir a la patria que era lo que estaba mandado entonces ...

También demostré durante mi estancia en el cuartel mis dotes como dibujante y humorista, realizando diversos murales y pancartas como la que se puede ver en la pared que se ve en esta fotografía. Aquí estoy disfrutando de un buen rato con algunos de mis camaradas.